A principios del siglo XX, en Durango existió una de las mejores orquestas del Norte de México, la orquesta del maestro Arturo Lugo, se dice que su música era tan deleitosa que hasta a el mismo diablo le tocó.
Arturo era un poco elitista, era tan reconocido y cotizado, que no se permitía asistir a cualquier evento, independientemente de que le pudieran pagar o no, lo más importante para él, es que las personas fueran de la alta sociedad. Una noche alguien tocaba a su puerta, cuando Arturo abrió, vio un hombre apuesto y elegante, quien le puso en sus manos una bolsa llena de monedas de oro y una dirección, pidiéndole que tocase en su fiesta, Arturo sin titubear aceptó, sellaron el trato con un apretón de manos.
Al siguiente día, Arturo y sus músicos llegaron a la lujosa residencia y efectivamente el maestro no se había equivocado, era la fiesta más majestuosa a la que habían asistido, llena de ostentosos detalles y finas personas, aunque curiosamente no conocían a nadie, por lo que asumieron que eran personas foráneas.
Arturo y su orquesta cautivaron a los asistentes y al hombre que los contrató, todos bailaban a la par que escuchaban sus exquisitas y placenteras melodías; Arturo decidió darse un descanso, para probar un poco del banquete y socializar un poco con los invitados, se la estaba pasando muy bien hasta que de pronto se quedo pasmado, pues vio a su comadre, quien ya había fallecido.
La comadre advirtió a su compadre que se fuera, pues era el baile de los condenados, personas que ya habían muerto y no habían ido al cielo, sino al infierno, que estaban siendo forzados a bailar y reír para después ser castigados, que si no se iba el pronto, el los acompañaría en el infierno.
Arturo fue por sus colegas para huir de la fiesta, mientras se marchaban podían ver que los invitados comenzaban a retorcerse de dolor y en sus rostros podía ver terror y tormento. Antes de salir por la puerta, Arturo vio aquel misterioso hombre, que era el diablo, burlándose de el.
Ya que estaban a salvo, el maestro Lugo recordó haber dejado su violín en la fiesta, mas no regresaron hasta al siguiente día por la mañana, cuando llegaron a la dirección del lugar, la residencia en la cual habían tocado no estaba, sino una casa abandonada, donde el desolado violín esperaba por Arturo.
Los rumores cuentan que a partir de ese día, la orquesta fue en picada y el maestro Lugo terminó el resto de sus días en la miseria.
Atte. Edy Doo
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