Los tamales se han convertido en parte esencial de la gastronomía mexicana. Es por eso que hablar de tamales es directamente hacer referencia a este hermoso país latinoamericano. Sin embargo, no todo es sabor y exotismo. Ya que este plato tradicional también está relacionado con la tamalera asesina, una de las leyendas más escalofriantes de la Ciudad de México.
¿Quién era la tamalera de Portales?
Según la leyenda, María Trinidad era una mujer que trabajaba cada día vendiendo tamales en la colonia de Portales, ubicada en la capital mexicana, durante 1971. Era el principal sustento de su familia, ya que su esposo apenas aportaba para los gastos diarios, a pesar de ser peluquero.
En lugar de ir trabajar, Pablo Díaz gastaba sus días maltratando a su familia y emborrachándose. Incluso tenía algunos antecedentes penales bajo el delito de robo. Parece que un día María tendría suficiente de sus abusos y tomaría la radical decisión de acabar con su vida.
Lo que hace tan aterradora y popular este caso no es el asesinato en sí mismo, sino en la forma en que todo se desenvolvió. Después de todo, los asesinatos entre parejas son mucho más comunes de lo que creemos.
Los trozos repartidos de Pablo Díaz
Luego de propinarle una paliza a su esposa y a su hijastro, el padre de familia sería sorprendido por un fuerte golpe por parte de María Trinidad. En medio de un arranque de ira, la mujer había tomado un bate de beisbol y había dejado inconsciente a su pareja. No satisfecha con eso, y temiendo una represalia, la tamalera asesina continuó golpeando hasta acabar con la vida de Pablo Díaz.
Los reportes periodísticos de la época, indican que, en un intento de ocultar su crimen, María tomó un hacha y separó el cuerpo en pedazos. Acto seguido, los repartió en los mismos costales que usaba para cargar las hojas de maíz con las que trabajaba, para dejarlos en distintos puntos de la Ciudad de México.
Naturalmente, la gente no tardó en descubrir lo que aquellos costales escondían. El 19 de julio de 1971, una mujer que trabajaba en la casa 508 de la calle sur 71-A, hizo la llamada que alertaría a todas las unidades policiales. Basados en la información de La Prensa de la época, fue el jefe de policía Daniel Gutiérrez quien tomaría el caso para descubrir a la tamalera asesina.
La leyenda de la tamalera asesina
Uno de los principales errores que cometió María Trinidad fue repartir la evidencia, ya que les había facilitado a las autoridades parte importante de la información. Por medio de las huellas digitales, se descubrió que el cuerpo pertenecía a Pablo Díaz, cuya información delictiva ya se encontraba registrada.
Este dato llevó a las autoridades a la casa de quien luego sería conocida como “la tamalera asesina”. Aparentemente, ella la esperaba este destino, porque no ofreció mucha resistencia ante las preguntas de los oficiales. Incluso confesó su crimen y que fue motivada por los años de violencia que su hijo y ella habían sufrido.
Además de parecer insensible ante el asesinato de su esposo, María Trinidad tenía guardada una prueba aún más contundente. La cabeza de Pablo Díaz fue encontrada en una olla usada para cocinar tamales, lo cual dio origen a la leyenda de la tamalera asesina.
La verdad detrás de la leyenda
Bajo las circunstancias en las que fue encontrada la cabeza de la víctima, se comenzó a especular acerca de que María Trinidad utilizó carne humana para rellenar los tamales que vendía. Hasta se especuló que las personas que compraron tamales los días próximos al crimen probaron la carne de Pablo Díaz.
Muchas notas periodísticas ayudaron a repartir esta leyenda, la cual aumentaba el atractivo del crimen. De esta forma, comenzó a hablarse de la tamalera asesina y de sus tamales de carne humana.
Tiempo después se confirmaría que la cabeza del esposo se encontraba dentro de esta olla con agua fría, con el fin de prevenir su descomposición. No obstante, para este punto, María Trinidad ya era conocida como la tamalera asesina o la tamalera de Portales. Fue acusada por homicidio y violación a la ley general sobre inhumaciones y profanación de cadáveres, por una sentencia de 40 años de prisión, pero salió en 20 años por buen comportamiento.
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